La abuela del ajedrez gallego cumple los 90

Pablo Penedo Vázquez
Pablo Penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Martina Miser

Tras convivir toda la vida en casa con partidas de reyes y reinas, no fue hasta los 80 años que Isabel, natural de Oleiros, se adentró en el deporte por amor a uno de sus nietos. Hoy es la única de la familia que compite

25 mar 2024 . Actualizado a las 19:40 h.

Hace diez días, Isabel Candamio Guitián (Oleiros, 16 de marzo de 1934) recibía un regalo como jamás había imaginado. Recién llegada del hospital, recuperándose todavía de unos achaques respiratorios, su hija, Patricia, le contó que una de sus mejores amigas la había llamado para animarla a acudir al local del Club Xadrez Fontecarmoa donde tantas tardes ha disfrutado en los últimos diez años. Y allí marchó, echando mano de una silla de ruedas y la ayuda de sus hijos. Nada le hacía pensar en lo que le aguardaba: «Me encontré a toda la gente del club esperándome, desde la directiva y los jugadores más pequeños a los del equipo de División de Honor —vigente campeón de la máxima categoría gallega—. Tenían una tarta de cumpleaños con el número 90 y me regalaron un álbum de fotos con mi trayectoria en el Fontecarmoa. Estaba emocionadísima. ¡Casi no les podía dar las gracias!», recuerda la homenajeada.

La fiesta sorpresa preparada por el club de Vilagarcía, donde reside desde hace años, es la última de tantas experiencias que llevan a Isabel Candamio a calificar el ajedrez como «un estilo de vida» del que tardó tanto en enamorarse y que hoy, con los 90 años recién cumplidos, la convierten en la ajedrecista federada más veterana de Galicia.

Licenciada en Magisterio y ama de casa toda su vida, Isabel nunca pasó más tiempo del necesario y deseable entre las cuatro paredes de su hogar. «Siempre fui una mujer muy dinámica», dejando prueba de ello al frente de la asociación de mujeres rurales de su Oleiros natal y fundando UNAE, un colectivo de consumidores de A Coruña. Ya viuda, el nacimiento del tercer vástago de su hija más joven, Patricia, la llevó a mudarse a Vilagarcía. Y en la capital arousana encontró un tesoro escondido durante años ante sus ojos. «Tanto mi marido como mis dos hijos mayores jugaban al ajedrez en casa, pero nunca en la vida me había entusiasmado», cuenta Isabel. «Pero al venir aquí mi nieto mayor, Jaime, que fue campeón gallego de su categoría con 8 años, competía y empecé a acompañarlo». Y el amor de abuela hizo el resto: «Ahí fue cuando yo empecé a tener curiosidad por el ajedrez, por cómo se movían las piezas, por cómo se jugaba...», señala la ajedrecista, a la que su nieto le decía que era «su mánager» cuando lo acompañaba sin entender nada de lo que le veía hacer sobre el tablero.

Isabel se enteró de que un grupo de madres de jugadores del club iban a montar uno de los cerca de veinte equipos que suele manejar el Fontecarmoa entre las cuatro categorías de las ligas gallegas de ajedrez. A punto de cumplir los 80, se subió a ese tren, que entre otras cosas, le permitió compartir escudo durante dos años con su hija.

De la mano del hoy vicepresidente de la Federación Galega de Xadrez, Ángel Vilas, aprendió los rudimentos del juego, mejorando después su técnica con ayuda de Luis Diéguez y de Gonzalo Bouza-Brey. «Empecé a comprender a mi nieto. Y me encantó. Soy una apasionada del ajedrez», se declara la más veterana de sus jugadoras en Galicia.

Le pedimos a Isabel que nos explique ese amor por el deporte de peones, reyes y reinas en blanco y negro. Y nos lo resume así: «En nuestro club hay desde niños de 4 años hasta personas de 90, en mi caso, yo, y a todos nos tratan y nos tratamos por igual. No hay ninguna diferencia. Niños pequeños me dicen ‘¿Jugamos una partida?'. Y no solo en este club, lo veo en los demás, somos como una familia». Con amigos como Annika Rey, Beatriz Prego o Tomás Prada, que la transportan cuando en el turno de rotación de su populoso equipo de Cuarta División, el CXF La Marina, le toca poder viajar al local de juego de un rival. Y con muestras de cariño transformadas en sus auténticos tesoros. «A mí lo que me gusta es jugar. No he ganado muchas partidas. No me acuerdo ni cuántas, ni siquiera de la primera. Yo solo me fijo en las cosas a las que le doy importancia».

En ese punto, los tres grandes premios que atesora Isabel en su relación con el ajedrez resultan tan fuera de lo común como reveladores: un peón grande de madera, «precioso», que le regaló el presidente del club de A Guarda, Carlos Reboredo, al enterarse de que una mujer de 87 años venía a jugar contra su equipo; la figura que una niña ourensana, Laura Diéguez, ganó en un torneo nocturno de verano por su tercer puesto y que insistió en querer ceder personalmente a la gran veterana; y una humilde moneda de 10 céntimos con la que una niña pequeñita, cuyo nombre desconoce, la quiso agasajar en la fiesta sorpresa del club. Por trofeos como estos Isabel se siente ganadora de por vida, y seguirá jugando aún cuando ni su nieto ni su hija, sus mayores admiradores, lo hagan ya.