La diseñadora que cose sus sueños con los hilos del encaje

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

Eli Conde, que trabaja en una empresa de seguridad, crea desde Bamio piezas que hasta se exponen en museos; «De esto no vivo, pero me enriquece», dice

29 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En el colegio, Eli Conde solía ganar los concursos de dibujo y de plástica. Sus dedos parecían tener una habilidad especial para convertir en realidad las imágenes que creaba su cabeza. Al llegar a casa, en vez de sentarse a merendar tranquilamente, aquella niña curiosa se perdía en el taller de su madre, que al igual que su abuela era costurera, y enredaba con los hilos y las telas. «A mí, esto me viene en los genes», dice sentada en el estudio que se ha construido en el bajo de su casa, en Bamio. En la habitación, amplia y luminosa incluso en las tardes de cielo gris y lluvia agotadora, la máquina de coser de su madre le recuerda de dónde viene. En la otra esquina del local, el mundillo con alfileres y una tira de encaje a medio hacer con el que trabaja su hijo David, apunta al futuro. Y en el medio, ella, rodeada de algunos de los diseños que dejan con la boca abierta a quienes se asoman a su trabajo.

Pero no perdamos el hilo. En los años de instituto, Eli se apuntó a una academia de corte y confección como actividad extraescolar. Le gustaba tanto aquello, que acabó formándose y acabó siendo formadora: dio clases en asociaciones y dirigió su propia academia, Pasarela, en Vilagarcía. «Me encanta enseñar. Es algo que realmente me gusta y me hace sentir bien», cuenta. Pero entonces llegó la pandemia y su mundo se tambaleó. Las restricciones ahogaron su negocio hasta obligarla a cerrar y a reinventarse. Con lo que no pudo el covid fue con la pasión que Eli acababa de descubrir: el diseño de sus propias piezas. «Antes de la pandemia, unas alumnas decidieron presentarse a un concurso de diseño que se organizaba en Bande. Les eché una mano y, aunque lo hicimos todo en muy poco tiempo, ganaron», cuenta. Al año siguiente, fueron sus propias alumnas quienes la empujaron a que presentase creaciones. «Lo hice y gané. Y pensé, ¡ni tan mal!», relata.

Fue así como Eli Conde decidió participar en el desfile para nuevos diseñadores que se celebra al calor de la Mostra do Encaixe de Camariñas. Era el año 2020 y pocas semanas antes de que comenzase el evento el mundo se paró por culpa del covid-19. Su colección, Victoria, no saldría a la pasarela hasta octubre del año siguiente. Estos días pueden volver a verse en Camariñas, ya que la diseñadora participa en el desfile ReEncaixe, en el que creadoras que ya han estado antes en la mostra vuelven para reinterpretar y reciclar sus creaciones. En este caso, Eli acude con un equipo familiar: su hija Alba se encarga de mantener el orden y la calma fuera de la pasarela. Ella, que tan bien viste y muestra los diseños de su madre.

La colección Victoria permite asomarse al universo de Eli Conde. En ella no hay nada casual, todos los detalles están pensados y tienen una razón de ser: desde la elección de las telas al teñido de los encajes. Desde el volumen de los cuellos hasta las fustas en forma de palillos... Su presentación en Camariñas hace solo tres años le abrió enseguida nuevas puertas: desde entonces ha participado en numerosos desfiles y muestras vinculadas con el mundo del encaje.

Y desde allí ha dado saltos aún mayores. Ella misma lo cuenta: «En julio de 2023, me encontraba en Peniche, donde tuve la oportunidad de experimentar durante cuatro días la fascinante tradición de la renda de bilros. Fue allí donde conocí a Neus Ribas, la directora del Museo de Arenys de Mar, quien me ofreció una oportunidad única: exhibir una de mis creaciones junto a otras obras destacadas en una exposición que duraría todo un año» y que se titula «Vestidas de negro».

En el mes de agosto, Eli y su «equipo familiar» viajarán a Eslovaquia, desde donde la han llamado para participar en un desfile enmarcado, de nuevo, en el mundo del encaje. Allí se encontrará con muchas de las amistades que ha ido haciendo en todos los eventos en los que ha participado, y en los que ha ido aprendiendo la gran riqueza y variedad que hay en el mundo de las joyas hechas de hilo. «Mi madre muchas veces me dice que en su época el encaje se usaba para algunas sábanas y para piezas muy concretas», cuenta Eli. «¡Pero se pueden hacer tantas cosas con él!», señala.

Ella sigue descubriéndolas ahora, mientras prepara la colección que presentará en Eslovaquia. Cuenta, para ella, con el encaje que está elaborando su hijo y con una pieza que ha pedido a una amiga polaca que ha conocido no hace tanto tiempo y que elabora auténticas joyas con hilo de metal. Por su parte, ya tiene claro qué es lo que quiere hacer, y si de algo está segura es de que los vestidos saldrán de su taller siendo, exactamente, como los soñó. «En mi caso, todo parte de una pieza: la veo en mi cabeza y, a partir de ahí, sale todo lo demás», dice una mujer que asegura que diseñar se ha convertido «en una necesidad» que debe atender, aunque eso suponga quedarse en vela hasta la madrugada.

Pero hay otras necesidades que exigen atención. Y por eso Eli Conde tiene que conjugar su pasión por los hilos con un trabajo en seguridad. «Me encantaría vivir del diseño, pero no me lo puedo permitir. Participar en desfiles es muy gratificante, pero no te da dinero, te lo cuesta», dice con una sonrisa que no es de resignación, porque ella no se ha resignado. Está dispuesta a seguir persiguiendo su sueño, el de hacer lo que le gusta. Y eso incluye todo el proceso creativo: el diseño, la elección de las telas, el corte, la costura... Es ella, también, quien pinta las telas, quien tiñe los encajes, quien borda con mimo, quien confecciona los sombreros, los bolsos y las coronas... Y como no anda sobrada de recursos para invertir, lo hace todo echando mano de los elementos más sorprendentes: piezas de su traje de novia se han convertido en una maravillosa cola de un vestido negro; los cristales de una vieja lámpara que iban a acabar en la basura, en los elementos que hacen brillar el encaje de un cuello color blanco antiguo, unas humildes bridas, en coronas dignas de una reina... Eli sonríe al desvelar sus secretos. Esa sí que es una sonrisa.