Paraguas y gafas de sol para acercarse a la historia de «un tal Xesús» en Paradela

R.E. MEIS / LA VOZ

MEIS

La dramatización de las últimas horas de Cristo se ha convertido casi en una cuestión de honor en esta parroquia de Meis: ni actores ni público se movieron cuando cayó un inmenso chaparrón; al final, hasta brilló el sol

29 mar 2024 . Actualizado a las 19:00 h.

En Paradela (Meis), la Semana Santa se toma muy en serio. Vecinos y vecinas de la localidad, arropados por gente llegada de otros municipios para completar el elenco, representan cada año las últimas horas de la vida de Cristo, su muerte y su resurrección. En la representación, que tiene como escenarios principales el atrio de la iglesia y el Monte da Croa, se invierte mucho tiempo y esfuerzo. Y se deposita cada año una buena dosis de ilusión. Así que, aunque las previsiones del tiempo advertían de la inestabilidad meteorológica que iba a imperar estos días, la alcaldesa de Meis, la socialista Marta Giráldez, se alineó con la organización y decidió mantener los actos. Así que el jueves por la noche se representó la última cena, el prendimiento de Jesús en el Huerto de los Olivos y el juicio del Sanedrín. Durante la primera parte de la representación llovió, y llovió con ganas. Pero el cuerpo actoral mantuvo el tipo y el público estuvo a su altura.

El viernes ha vuelto a ocurrir. A las once de la mañana, hora a la que estaba previsto que comenzase la representación, el cielo estaba encapotado y gris, pesado como una losa de piedra. Pero no llovía, lo que hizo que muchos abrigasen la esperanza de que la lluvia se quedase en lo alto. No fue así. Al poco de comenzar la representación, mientras el centurión Longinos explicaba a Pilatos la historia de «un tal Xesús», el cielo se abrió y el agua comenzó a caer con fuerza sobre Paradela. Pero Paradela no se iba a rendir: comenzaron a abrirse paraguas -tanto entre el público como entre los actores- y la representación siguió bajo una lluvia intensa. Cuando Herodes se dirigió a Jesús y lo retó a hacer un milagro le pidió que hiciese que tronase.  «Pois que non llo diga moitas veces, porque tal e como está o día non sería raro», comentaba por lo bajo una de las personas que seguían la representación.

En esta no se utilizaron este año los diálogos pregrabados. Y aunque eso propició algún lapsus durante la representación, cosas del directo, hizo también que, en conjunto, la pieza sonase mucho más natural, espontánea y creíble. Por otra parte, el libreto ha cambiado, poniendo énfasis en los personajes. La escena en la que Jesús se presenta ante Pilatos y se inicia el juicio parecía salir de un capítulo de Ley y Orden: Pilatos era un hombre con poder y sin carácter para hacer lo correcto que apelaba al procedimiento para protegerse. Longinos, que en ese punto de la pieza actuaba como abogado defensor de Jesús, era sin embargo un centurión honrado y con determinación, pero sin poder para hacer nada más que cumplir órdenes, aunque fuese a disgusto. La historia podría haber sido muy distinta si le correspondiese a él decidir el futuro.

Los latigazos a Cristo, la imposición de la corona de espinas, las burlas, las lágrimas de María... El guion, pese a ser conocido por todo el mundo, sigue resultando emocionante. La subida al Monte da Croa, un auténtico viacrucis en el que los actores se ven arrollados por el público que se incorpora al atormentado camino de Jesús y la Cruz, se desarrolló bajo un sol que cada vez brillaba con más fuerza, como si la naturaleza quisiese reconciliarse con los irreductibles de Paradela. Una atmósfera primaveral envolvió el momento de la crucifixión: incluso se oía el canto de los pájaros, sirviendo como contrapunto a la solemne y conmovedora música del Réquiem de Mozart. A los pies de la cruz, María mostró su dolor por la muerte de su hijo recitando unos versos de Santa Teresa. La escena, sin demasiadas palabras, rezumaba emoción y esa extraña belleza que envuelve los actos más solemnes de Semana Santa. A los pies de la cruz de Cristo, la coraza del centurión Longinos brillaba bajo el sol; entre el público, había quien había desenfundado las gafas de sol para hacer frente a tan luminoso fin de la mañana.