Moisés Castro: «Dejé el Ejército por desgaste, porque me tocó enterrar a tres compañeros»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

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BASILIO BELLO

PERSONAS CON HISTORIA | El seminarista coristanqués se prepara para ser sacerdote en un par de años

23 mar 2024 . Actualizado a las 20:42 h.

«A ti te falta algo en tu vida». Estas palabras del párroco Manuel Mayo hicieron que Moisés Castro Rodríguez (Coristanco, 1979) reconociera una vocación religiosa que quizá siempre estuvo ahí, pero que no terminó de ver hasta hace cuatro años. Ese hueco que había se está llenando en el Seminario y con las prácticas pastorales que realiza en Carballo. En dos años, el coristanqués probablemente sea ya sacerdote.

Moisés Castro se considera por encima de todo un servidor. Puede que sea uno de los principales rasgos de su personalidad y el que le llevó a los 18 años a presentarse a una oposición para ser militar profesional. Lo consiguió a la primera y estuvo en la escuela de Cartagena, preparándose para formar parte del cuerpo de Infantería de Marina, la élite de la Armada. Primero lo destinaron a Gran Canaria y después a San Fernando en Cádiz. No obstante, hace ya años que se despidió de la vida castrense. «Dejé el Ejército por desgaste, porque me tocó enterrar a tres compañeros», explica. Con uno de ellos incluso compartía piso. Las muertes no ocurrieron al mismo tiempo, ni siquiera en el mismo año, pero fue la acumulación de estas desgracias lo que provocó un bajón en su ánimo que le hizo saber que quizá esa no era la vida que él quería.

Se fue a Madrid y allí encontró trabajo como escolta de un empresario. En esos años era una salida bastante frecuente para un exmilitar, pero estuvo poco tiempo. Después entró en el industria del tabaco, que ya conocía porque su familia regentaba una taberna con estanco en San Paio, una parroquia en la que, en realidad, ha estado poco tiempo, porque antes de irse a la Marina con 18 años estudió en un colegio de Santiago.

Estudiar

Sin embargo, fue en su Coristanco natal donde descubrió su vocación y es ahí y en Carballo donde están las personas que le guían en este nuevo camino que ha emprendido y que ha supuesto volver a estudiar tras casi veinte años sin hacerlo.

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Quizá la ruta hacia el sacerdocio sea algo nuevo en la vida de Moisés, pero en su historia ya hay señales suficientemente claras de que el itinerario vital iba a seguir por ahí.

Su padre ya eligió para él un nombre bíblico y no cualquiera. Le vino la idea tras ver la película Los diez mandamientos, protagonizada por Charlton Heston. Fue también su progenitor el que hizo construir una capilla en su casa, en la que muchas veces se daba misa. Allí está san Antonio, porque Agualada queda cerca, y las vírgenes de Fátima y Lourdes, a las que su padre se encomendó cuando su salud empezó a fallar. Como agradecimiento por haber superado ese primer achaque fue de peregrinación a los santuarios de Portugal y Francia y de ahí se trajo las tallas. Ahora, lo que más le interesa es estar a disposición de todos. Cree que esa ha de ser su labor cuando se ordene sacerdote e incluso antes, cuando alcance los títulos de diácono y presbítero. «Hay que atender a todas las personas que nos lo demanden», dice, y ese servicio debe hacerse a todas horas y todos los días, porque está convencido que la vocación que tiene no es algo de lo que pueda desprenderse tras cumplir un horario.

Reconoce que le preocupan especialmente las personas vulnerables, sobre todo los enfermos y los mayores. Es muy sensible a eso por su situación familiar. «Tengo a mi abuela, que tiene 89 años de edad y de la que soy tutor legal», explica.

«Llevábamos tres años y medio de relación cuando decidí ser cura. No lo entendió» 

Hasta hace cuatro años, Moisés Castro era un exmilitar que había trabajado de escolta y se dedicaba a la industria del tabaco. Le iba bien económicamente. Era un hombre religioso, pero soltero, sin limitaciones a la hora de establecer relaciones con mujeres, por lo que tenía novia. «Llevábamos tres años y medio de relación cuando decidí ser cura. No lo entendió», explica. Sin embargo, con el tiempo, ella terminó aceptando que el camino vital de Moisés pasaba por la Iglesia y, claro está, por los votos. El de castidad es el que le separó de su novia y el de obediencia es el que le llevará a aceptar cualquier destino que le marquen, aunque él reconoce que lo que le gustaría más es cuidar de los mayores y los enfermos.

BASILIO BELLO

No ve problema en haber renunciado a tener una compañera. Reconoce que todos los caminos y las vocaciones llevan implícitos sacrificios y los acepta con tranquilidad. Pero eso no fue lo único que dejó de lado. Vivía una vida cómoda en Madrid, tenía una buena posición económica y lo dejó todo, cambió de vida.

Por experiencia propia hace un llamamiento a los jóvenes, los reta a que se hagan preguntas «radicales», los invita a pensar, reflexionar en lo que la vida les demanda. Reconoce que el camino hacia el sacerdocio «es largo y un poco bacheado», pero suficientemente satisfactorio para él, especialmente en lo que se refiere a darse a los demás.

En el Seminario explica que lo que más le interesa es el estudio de las Escrituras y la Cristología y dice que lo que le ayuda a trabajar es sobre todo la fe. «De momento no he suspendido ningún examen, pero mis horas de sueño me ha costado», dice.