Carlos Pita, arquitecto: «El Camino de Santiago debe cuidarse, pero no puede perder su esencia rural»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

OSCAR CELA

El coruñés está nominado al Premio EUmies por su centro de interpretación de Castromaior

30 oct 2023 . Actualizado a las 13:28 h.

El arquitecto Carlos Pita (A Coruña, 1964) lleva una temporada en el que va saltando de premio en premio (el FAD por la remodelación de la plaza de Armas de Ferrol, el Enor por el campo de fútbol de Bandeira...). Y ahora le llega una nominación al Premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea, el llamado Premio Mies van der Rohe o simplemente EUmies, un galardón que han recibido hasta la fecha nombres ilustres como el de Álvaro Siza, Norman Foster, Nicholas Grimshaw, Rafael Moneo o David Chipperfield, entre otros. El objeto de la nominación es su Centro de Interpretación de Castromaior, en Portomarín, uno de los puntos más espectaculares del Camino Francés. En unos días se marcha a México, donde le dedican unas jornadas en la Escuela de Arquitectura de Mérida. «El último día voy a cerrar mis intervenciones con Castromaior, precisamente»

—Lleva una racha en la que va de premio en premio.

—Lo de los premios está muy bien, pero la verdad es que ya había decidido retirarme un poco de ese mundo y dejar paso a gente más joven. Pero bueno, lo bonito de este es que no te presentas, sino que te lo otorgan. Te lo dan ellos. Un buen día recibes una llamada y te dicen que estás nominado. Así que me hace especial ilusión. Pero todavía queda mucho camino por recorrer. En enero se anunciarán cuáles son las obras finalistas y en abril sabremos los ganadores.

—¿Cómo definiría este centro de Portomarín?

—Su característica fundamental es que está permanentemente abierto, sin puertas. Es un lugar donde el peregrino puede descansar, encuentra una sombra o protección en un día de lluvia. Hay una fuente y hasta un lugar donde se puede hacer fuego y pasar la noche. El objetivo es que termine musealizándose, pero eso está todavía pendiente, a la espera de las debidas partidas presupuestarias o subvenciones.

—Algo en lo que ha insistido mucho es que no fuese una carga económica para el concello.

—Eso lo tuvimos claro desde el principio. Por eso nos planteamos un centro de interpretación que no exigiese ningún mantenimiento, o el mínimo posible, como una limpieza cada cierto tiempo, pero que no exija personal permanente.

—¿Cómo se consigue que su mantenimiento tenga unas necesidades mínimas?

—Tiene un lucernario y nada más. Está desconectado de red. Tiene luz solar, pozo propio... Es totalmente autónomo. Es casi como esos humilladeros que hay en Castilla, a las entradas de los pueblos. Unos lugares que terminaron cerrándose porque pasaban dentro cosas demasiado interesantes, al parecer.

—Un lugar de encuentro.

—Es que en el fondo es un cruceiro. Pero un cruceiro en el que podemos entrar. Está en un cruce de caminos y es un lugar para mirar atrás. Te recomiendo subir al castro, es una de las vistas más potentes de Galicia. Una visión de 360 grados en la que tienes en frente toda la frontera del país. Desde allí ves O Cebreiro, es decir, que el peregrino puede ver dónde estuvo cuatro días atrás. Siempre ha estado muy mal visto eso de mirar atrás; a la mujer de Lot la convierten en estatua de sal, a Orfeo se le muere Eurídice... Y en un país como el nuestro, lleno de morriña y saudade, eso no puede ser. El peregrino ahora parece que va en una especie de competición deportiva. Así que me gustó la idea de obligarle a mirar atrás, porque el sitio es idóneo para eso. La vista es poderosísima, es un lugar mágico.

—Una obra que oculta más complejidad de lo que puede aparentar en un primer momento.

—Puede parecer algo sencillo, pero te garantizo que es una obra muy compleja que me hizo replantearme muchas cosas. Me supuso un cambio en muchos aspectos de lo que creía yo que tenía que ser la arquitectura. Hay una reflexión sobre la arquitectura gallega.

—Se ha definido a este centro de interpretación como una ruina monumental. ¿A qué se refiere?

—Es que el objetivo es que se integre en el espacio, que la vegetación de la zona haga su trabajo y lo haga suyo. De hecho se cuidó mucho la plantación de especies autóctonas a su alrededor. Lo ideal es que llegue a dar la impresión de que siempre ha estado allí.

—Es un buen referente de cómo debe cuidarse el Camino de Santiago.

—Pero hay que tener cuidado de no pasar la mano y que quede todo demasiado bien colocado. Una de las cosas emocionantes de Galicia es que el rural es un elemento vivo. No como en Francia, que te encuentras parajes tan bien cuidados que han perdido su personalidad. El Camino hay que cuidarlo, pero no puede perder su esencia rural, como ha pasado con localidades como Óbidos, en Portugal. Muy bonito todo, pero resulta casi artificial, con los geranios perfectamente colocados en cada ventana.

«No puedo evitar acordarme del Ecce Homo de Borja cuando veo la Cidade das TIC»

Carlos Pita capitaneaba el equipo que ganó el concurso de ideas del que salió el diseño del Centro de Servicios Avanzados de la Cidade das TIC, un proyecto del que fue finalmente apartado tras mantener discrepancias, entre otras cosas, sobre las modificaciones realizadas en el estudio de detalle por el Ministerio de Defensa.

—¿Ha tenido oportunidad de pasar a ver cómo ha quedado el Centro de Servicios Avanzados?

—Sí, claro que fui a verlo. Y tengo que felicitar a los responsables por haber podido terminar una obra semejante a pesar de las circunstancias y las reducciones presupuestarias. Tiene mucho mérito.

—¿Qué le parece el resultado?

—Bueno, ¿recuerdas el Ecce Homo de Borja? ¿Aquel que una señoriña con mucha buena intención pero con escasas dotes artísticas intentó restaurar y le quedó... raro? Pues no puedo evitar acordarme de él cuando veo esto. Se reconoce, incluso puede que se le parezca, pero no es lo mismo. Es como el caldo que hago yo, con sus grelos, su patata... Idénticos ingredientes que el de mi madre, pero no es lo mismo. Le falta algo.

—La comparación es muy ilustrativa. ¿Qué deficiencias le ha visto?

—Cuando uno sabe lo que podría haber sido no puede sino sentir que está ante una ocasión perdida. Si a una película le pones cinco directores, de los que la mitad de cine saben tan poco que se creen que saben mucho, tendrás como resultado una película, pero nunca cine. La Cidade das TIC merecía más. ¿Sabes lo que pasa? Tienen mucha suerte, porque las naves de la fábrica de armas son tan maravillosas que aunque les pegues de bofetadas seguirán impresionando.