EE.UU. y la UE avisan a Georgia que su deriva prorrusa la aleja de Occidente

p. m. MADRID / LA VOZ

INTERNACIONAL

Manifestantes con la bandera de Georgia.
Manifestantes con la bandera de Georgia. Irakli Gedenidze | REUTERS

Las autoridades norteamericanas y europeas piden que sea el pueblo del país caucásico el que decida sobre su futuro

03 may 2024 . Actualizado a las 08:00 h.

La decisión de Georgia de aprobar la ley de agentes extranjeros, inspirada por el Kremlin, abre una brecha con Estados Unidos y la Unión Europea. Washington y Bruselas ven en la deriva antioccidental del Gobierno de Tiflis un obstáculo a la hora de trazar alianzas estratégicas y es incompatible con la aspiración de este país del Cáucaso a integrarse en los Veintisiete.

La embajadora estadounidense en Georgia, Robin Dunnigan, advirtió que sigue con «preocupación» la represión de las manifestaciones contra la ley y animó al Gobierno de Tiflis «a confirmar nuevamente el apego de Georgia al futuro euroatlántico, tal y como se señala en la Constitución», en la que se incluyó hace quince años una cláusula que señalaba que el país buscaría su futuro a través de una vocación atlántica y como parte de la UE, «ante la aplastante mayoría de los georgianos que sueñan con ello».

El portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Matthew Miller, criticó ayer la ley de agentes extranjeros y señaló que «las declaraciones y acciones del Gobierno georgiano son incompatibles con los valores democráticos que sustentan la pertenencia a la UE y a la OTAN y, por tanto, ponen en peligro el camino de Georgia hacia la integración» en estas alianzas.

Ante el uso de la fuerza por parte de la policía georgiana contra los manifestantes que se oponen a esta norma, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, citó que «Georgia se encuentra en una encrucijada» y «debería» mirar a Europa y no a Rusia para su futuro.

La ley de agentes extranjeros es una copia de la normativa que se emplea en Rusia para acallar a la disidencia. Hace tres años, el Kremlin impuso una legislación que dicta que cualquier tipo de oenegé u organización financiada con dinero occidental será tratada como un agente que busca trasladar la influencia del bloque a Rusia. Además, se extendía a personas que publicaran «informes y materiales impresos, audiovisuales u otros», lo que supone señalar también a periodistas, blogueros y opositores.