¿Y si empezamos por cumplirla?

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

Eduardo Parra

08 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Llevamos dos semanas, a propósito del cumpleaños de la Constitución, con un empacho tremendo de opiniones, consejos, propuestas, veredictos y acusaciones sobre la conveniencia o no de renovar el articulado que cumplió ya 43 primaveras. Pero en este torrente de pareceres se echa en falta el que proponga algo mucho más sencillo. El cumplimiento del texto constitucional. Puede parecer una simpleza innecesaria, pero cada día que pasa se hace más imprescindible.

Porque quienes, precisamente, alzan la voz para pronunciarse por la reforma o por mantenerla tal y como está, son los primeros que llevan años quebrantando aquello que prometieron respetar y acatar. Y cada mañana los incumplimientos se van acumulando hasta formar una montonera en la que a los españoles ya nos resulta difícil dilucidar lo que es constitucional y lo que no. Por la cantidad de veces que se vulnera.

Utilizamos tanto la carta magna como excusa, cuando no como arma arrojadiza, que la infringimos desde el preámbulo que habla de «asegurar a todos una digna calidad de vida», a los artículos que recogen los derechos de libertad, justicia e igualdad, como los que lo hacen del derecho al trabajo, remuneración y vivienda dignas. O los que se refieren al sostenimiento de los gastos públicos en igualdad y progresividad; o al que garantiza pensiones adecuadas y actualizadas. Por no referirnos al funcionamiento parlamentario y al papel de los partidos políticos. Un despropósito tras otro.

Ha dicho el chiringuito de Tezanos que el 70 % de los españoles, el 80 % de los que tienen entre 35 y 40 años, están a favor de una reforma del texto aprobado en aquella difícil España de la Transición. Y entienden que se hace necesario reformarla y actualizarla. Pero antes de ponernos a hablar de autodeterminaciones, aforamientos, inviolabilidades y sucesiones monárquicas deberíamos de empezar por el cumplimiento de las normas que nos dimos. Porque ese desprecio al que se las somete, de forma especial desde las propias instituciones, está provocando el descrédito de nuestra democracia y un evidente descenso en su apoyo. Y por ahí empezó el deterioro del pluralismo y la tolerancia en países que hoy se lamentan de no haber puesto remedio, en su momento, a lo que para ellos es ya solo un bonito recuerdo.