La infidelidad común

Manuel Fernández Blanco PSICOANALISTA Y PSICÓLOGO CLÍNICO

OPINIÓN

09 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La pregunta sobre si se debe perdonar una infidelidad pasa por responder antes a otras dos preguntas. La primera es si se quiere perdonar. Si la respuesta es no, sobran las demás preguntas. La segunda es si se puede perdonar (aunque se quiera). Porque, si no se puede, no se debe. Una relación donde la infidelidad retorna continuamente: como reproche, como sospecha, como culpa, o como castigo, no tiene las ventajas de la ruptura de la pareja, ni las de su continuidad, pero si tiene los inconvenientes de las dos. O sea, neurosis en estado puro.

Al terminar de escribir el primer párrafo de este artículo, me percaté de que, contra lo que es habitual en mí, estoy proponiendo una orientación, dando un consejo. Pero nadie sabe mejor que un psicoanalista que la neurosis común, es decir el estado más común de los seres hablantes, se ríe del mejor de los consejos. Sobre todo de los mejor intencionados.

El descubrimiento freudiano del inconsciente permitió entender que algo hace que el sujeto no quiera su propio bien, o encuentre una satisfacción paradójica en el malestar. Por eso, ante el retorno de las consecuencias de una infidelidad, alguien puede preferir, contra mi consejo, el reproche, la culpa, la vida bajo sospecha, o el castigo, a iniciar una nueva vida.

La situación es aún más compleja cuando la infidelidad es una condición imprescindible de la vida erótica. Para algunas personas es una necesidad libidinal que su partenaire se interese por otras personas. Si tiene la exclusividad del interés erótico de su pareja, esta deja de ser deseable. En estos casos la infidelidad, o posible infidelidad, no solo no es un obstáculo sino una condición para la atracción sexual.

Posicionarse en la ideología poliamorosa, o bajo el postulado de pareja abierta, supone un intento de superar la cuestión de la tentación de la infidelidad por la vía de «legalizarla». Con frecuencia esto no evita el conflicto cuando una parte es más poliamorosa que la otra, o se comprueba que una cosa es la ideología y otra la pasión de los celos.

En realidad, la infidelidad (velada) es consustancial al encuentro sexual. En el acto sexual es frecuente que, en su fantasía, el hombre esté con otra. Y la mujer esté «como otra», ya que el goce que obtiene en la relación sexual la divide. Por eso la infidelidad, a ese nivel, es la norma. El lecho amoroso suele reunir a cuatro.