La banalidad del mal

OPINIÓN

rtve

27 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Se cumplen 60 años de la publicación de uno de los libros más importantes del siglo XX: Eichmann en Jerusalén. Su autora, Hannah Arendt (1906-1975), una destacada filósofa alemana de origen judío que se salvó por los pelos del Holocausto, dedicó buena parte de sus energías a tratar de entender cómo había podido suceder en la culta Alemania lo que había sucedido. Le ayudó mucho en esa tarea asistir en Jerusalén al juicio del nazi Adolf Eichmann, teniente coronel de las SS y uno de los mayores criminales de la historia.

 Arendt concluyó que el problema de base era que Eichmann había dejado de pensar, había dejado de interrogarse sobre lo que hacía, arrastrado por un sistema que lo había convertido en un mero burócrata. No fue capaz de preguntarse si lo que estaba haciendo era justo y correcto. Eichmann no era exactamente un hombre malvado o demoníaco. Sencillamente, no tenía motivos para hacer el bien porque dejó de preguntarse dónde residía el bien. Y esto, desde el punto de vista de la ética, es más aterrador que todas las atrocidades juntas, porque, reconocer tal cosa, supone que a la persona que obra mal le es imposible saber o sentir que ha hecho el mal.

Me temo que la situación política que estamos viviendo tiene mucho de esto. El deterioro moral e institucional actual tiene un gran parecido con el vivido no hace siquiera un siglo. La propaganda y la mentira —hoy como ayer— se han adueñado del escenario político y social.