El ajo, el hígado y las arterias

Carmen Reija
Carmen Reija EN LÍNEA

OPINIÓN

MABEL RODRÍGUEZ

19 oct 2023 . Actualizado a las 10:06 h.

Botánicamente al ajo se le denomina Allium sativum, cultivándose de manera amplia por su gran interés económico y sencillez de producción. Se utiliza desde la antigüedad por sus propiedades beneficiosas, creyéndose que su origen es asiático y que desde allí llegó a nuestro país. Es una planta perenne cuyo bulbo, dividido entre 6 y 12 gajos (llamados dientes) se utiliza a nivel culinario.

En su composición química destaca la presencia de vitaminas (A, del grupo B y C, especialmente), minerales (potasio, calcio, selenio y manganeso, entre otros), polisacáridos, sulfóxidos (que se transforman en sustancias volátiles como alicina y disulfuro de alilo), quercetina, inulina, polifenoles y otros antioxidantes. Aporta pocas calorías.

Se le atribuyen numerosas propiedades, pero no todas están demostradas. Podemos destacar que se considera un antibiótico natural. Se cree que fortalece el sistema inmunitario, mejora la cicatrización de las heridas y favorece la recuperación de quienes padecen catarros y gripes. Se indica que reduce la mucosidad y la tos y funciona como un buen descongestivo.

También se considera beneficioso para el hígado. Sería un buen desintoxicante del organismo porque ayuda al hígado en su tarea de depuración de toxinas y eliminación de metabolitos procedentes de los medicamentos o de metales pesados presentes en el medio. También se considera eficaz para la destrucción de los parásitos que afectan a este órgano vital.

Algunos señalan que resulta eficaz a nivel circulatorio. El ajo disminuye los niveles de homocisteína, por lo que reduce la formación de coágulos y el endurecimiento de las arterias. Se considera que la alicina actúa como coadyuvante en la reducción del colesterol.

No se recomienda la ingesta de dosis elevadas de ajo si se padecen hemorragias o problemas digestivos. Tampoco se aconseja su consumo excesivo durante la lactancia porque los sulfóxidos pueden pasar a la leche materna y generar un sabor desagradable a esta que provocaría el rechazo del bebé.