Mujeres al diaconado

Francisco Ríos Álvarez
francisco ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

El Papa Francisco dirige su audiencia general semanal en el Vaticano.
El Papa Francisco dirige su audiencia general semanal en el Vaticano. ANGELO CARCONI | EFE

16 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Las conferencias episcopales están preparando sus aportaciones a la sesión del sínodo que se celebrará en octubre en Roma. En un documento elaborado por los obispos belgas se plantea la cuestión de «saber si las mujeres pueden también ser admitidas al ministerio ordenado del diaconado». El asunto nos crea un problema que en la Iglesia verán menor que el del acceso de la mujer al diaconado, pero que debe abordarse. Se trata del femenino de diácono.

 El planteamiento de la Academia Española es claro, pero no siempre es compartido. Dice la RAE que un diácono es, en la religión cristiana, un eclesiástico de grado inmediatamente inferior al de sacerdote. El femenino —añade—, posible en Iglesias cristianas que admiten la ordenación de mujeres, es diaconisa, que deriva directamente del latín diaconissa, y este del griego diakónissa (‘servidora, sirviente’). Según su definición, es la mujer que en la Antigüedad era consagrada o bendecida para ejercer determinados ministerios en las Iglesias cristianas. Desapareció de la Iglesia católica, pero parece que existe en otras confesiones.

  Quienes no emplean ese femenino aplican una norma general según la cual los femeninos de nombres masculinos de seres animados terminados en -o se forman cambiando esta por -a: gato, gata; camarero, camarera; arquitecto, arquitecta. Son excepción los comunes en cuanto al género (el/la testigo; el/la otorrino) y los heterónimos (caballo, yegua; hombre, mujer; yerno, nuera). La RAE también exceptúa los femeninos terminados en -isa, caso de diaconisa, por proceder directamente del femenino latino, formado con -issa. Aunque reconoce casos de convivencia de dos femeninos, uno en -a y otro en -isa o en su variante -esa, como diabla/diablesa, profeta/profetisa o poeta/poetisa.

 Cabe recordar aquí que algunos femeninos alternativos surgen porque personas a quienes se aplican los etimológicos los rechazan. Es el caso de poeta, que muchas mujeres que componen obras poéticas emplean como común en cuanto al género para evitar poetisa, forma que les sugiere una imagen con la que no se identifican. Ese rechazo no lo suscitan otros femeninos con esa terminación, como alcaldesa, duquesa o abadesa.

Todavía no hay por aquí diáconas/diaconisas que puedan mostrar sus preferencias. A ver cómo se expresa el papa cuando le toque hablar de ellas.