Megapuente en Madrid DF. La sucesión de festivos y las fotos de la lideresa Isabel Díaz Ayuso con Camela bajan el suflé de la crispación política, a punto del desborde por la incertidumbre del tiempo muerto de cinco días de Pedro Sánchez y su poco convincente epílogo.
¿Le salió bien? El tiempo y las urnas lo dirán. Por ahora podemos sacar conclusiones parciales. Ha situado en el primer plano una de las plagas de nuestro tiempo, las noticias falsas, en sintonía con las autoridades comunitarias. Y ha puesto nerviosos a ciertos agitadores ultras patrios, maestros en el bulo. Pero por regla general no ha convencido a la opinión publicada, incluso a la que suele mostrar más simpatía por sus políticas.
Tampoco parece haber blindado a su entorno frente a nuevas querellas de entes tan turbios como Manos Limpias. Y no ha sabido plantear de forma efectiva al PP un escenario de desarme mutuo, de desescalada de la polarización.
¿Fracasó entonces el socialista? No. Logró movilizar a los suyos. Y en las redes sociales y privadas ha conseguido un éxito de marca personal gracias a un adorable mapache y a la remezcla de una canción de la gran Rafaella Carrà.
El pegadizo «Pedro, Pedro, Pedro, Pedro» ya es un himno. Ha arrasado en internet y lo pinchan en bares y discotecas. Deberían tenerlo en cuenta sus rivales (¿Ven a algún otro político español en esos niveles de posible viralidad, exceptuando a Ayuso?). Puede que los tuits y los memes no den votos, pero la combinación de popularidad y simpatía casi nunca falla.