La Fervenza das Hortas pone la sorpresa en el recorrido por el sur del municipio de Arzúa

Cristóbal Ramírez SANTIAGO / LA VOZ

ARZÚA

CRISTÓBAL RAMÍREZ

En el recorrido también destacan la iglesia de Dombodán así como un molino tradicional

16 mar 2024 . Actualizado a las 21:17 h.

La imagen del Ulla cambia radicalmente según se mire a la izquierda o a la derecha. El excursionista se encuentra en tierras de Arzúa, y desde la capital de este municipio coruñés ha invertido diez minutos en llegar por la AC-905 a la presa de Portodemouros, de casi medio kilómetro de largo. Y en efecto, a la izquierda se extiende desde 1968 la gran masa de agua, con mucho arbolado en sus riberas que tapa las pequeñas aldeas. A la derecha queda el Ulla allá abajo, encajonado, salvaje al fin.

De manera que la primera opción es cruzar la presa y girar a la diestra por la EP-6402. La imagen inicial dista de ser maravillosa porque a las instalaciones eléctricas ligadas al embalse se une una gran cantera, pero metro a metro eso se va dejando atrás y en descenso se ve un río impoluto.

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Así se gana el puente nuevo de San Xusto, y justo al cruzarlo surge un desvío que en unas docenas de metros conduce a un lugar poco seguro si se va con niños y, desde luego, lamentable desde todos los puntos de vista, con edificios en ruinas y basura. Alto y claro. La parte positiva es que ahí se colocó un panel (la pregunta es por qué no se colocó en otro sitio) en el cual se ve cómo era el puente viejo de San Xusto. En cualquier caso, la carretera continúa en ascenso por la DP-0605 hasta dar con el desvío a la Fervenza das Hortas.

Claro que desde la presa existe otra posibilidad, siempre pensando en ir en coche. Volviendo hacia Arzúa por la AC-905, en pocos metros aparece un desvío a la derecha para conocer la iglesia de San Cristovo de Dombodán. Ante los ojos se yergue un edificio altivo, con fachada de piedra vista que muestra un curioso color tirando a claro. Destacan sus tres imágenes pétreas, lo suficientemente altas como para que nadie llegue con facilidad, sino al contrario. El templo es de los grandes, con puerta lateral.

Cruzando la carretera por un túnel se alcanza Gramil, un lugar alto con casas desperdigadas. En el stop a la izquierda y así se llega al desvío a la Fervenza de Hortas.

Incluso procede anotar una tercera manera, pero no para estos días. Conviene esperar a que pasen las lluvias para que el barro desaparezca. En resumen, desde la presa se sigue a O Enredo do Abelleiro (señalizado) y poco después se gira a la derecha por una ruta de senderismo que va cerca del Ulla, para acabar en la carretera DP-0605 y subir hasta el cruce a ese salto de agua.

Pero una vez aquí, por la pista descendente y muy estrecha se planta el excursionista ante un panel explicativo. A los inertes pies de este arranca el camino con una muy fuerte pendiente descendente que conduce en ese espectacular salto. El recorrido no es largo, ni mucho menos, pero tanto a la ida como a la vuelta se impone ir al ritmo de cada cual, con calma.

CRISTÓBAL RAMÍREZ

Si el recién llegado deja a la izquierda ese panel y luego un lavadero, a los ciento cincuenta metros remata el asfalto y continúa por tierra la ruta de senderismo en el mismo lugar donde se alza un molino tradicional, el Muíño de Agra, con techo de piedra. El entorno, de sobresaliente.

Luego hay que buscar, ya en el concello de Touro, A Ribeira (gran bajada y gran subida en una distancia muy corta), Marzá, Monte (¡qué parada de autobús más tercermundista!), Sartes, O Carballiño con su hórreo bien conservado (en el stop, a la izquierda) y Chao, donde se alza la iglesia de Santa Mariña, que no ha quedado oculta por el cementerio parroquial y que se ve una vez dejado a la espalda un buen palomar que habla en su lenguaje mudo de nobles tiempos pasados y que merece la pena conservar. Por cierto que desde aquí se ve al fondo, imponente, la presa de Portodemouros que forman las aguas del Ulla, el Iso y otras pequeñas corrientes.