Vigo, capital de Galicia por un día

daniel bravo cores HISTORIADOR

VIGO CIUDAD

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En 1809, la ciudad fue protagonista de la rebelión antifrancesa: primero por expulsar a las tropas de Napoleón y después por acoger el nombramiento del conde de Noroña como segundo comandante del Reino

31 mar 2024 . Actualizado a las 00:49 h.

Ausente el capitán general Pedro Caro y Sureda, marqués de La Romana, dedicado a la dirección de la guerra contra el francés, y necesitando que alguien se ocupase del Gobierno, el 30 de marzo de 1909 la Junta Suprema Central nombró segundo comandante general del Reino de Galicia a Gaspar María Nava Álvarez, conde de Noroña. Mientras las principales ciudades gallegas estaban ocupadas por los franceses, en mayo de 1809 una pequeña villa, hasta entonces casi desapercibida en las grandes gestas, se convirtió por un día en capital de Galicia.

Con la creación de la Capitanía General de Galicia por los Reyes Católicos a fines del medioevo, y la unificación del poder político, jurídico y militar en una sola persona, el antiguo reino se convirtió de facto en un virreinato con el gobernador capitán general como hombre más poderoso. Su traslado definitivo a Coruña a finales del siglo XVI transformó a esta ciudad en capital del Reino de Galicia, y a partir de entonces el gobernador capitán general tomaba posesión en su Palacio de Capitanía.

A comienzos del XIX, inéditas circunstancias cambiaron las cosas: más de mil años después de la invasión musulmana, una potencia extranjera invadía la península. En marzo de 1808, los ejércitos de Napoleón cruzaron los Pirineos, llegaron a Madrid y, poco después, ya en Galicia, tomaron las principales capitales: Coruña, Ferrol, Santiago, Lugo, Ourense, etc.. Y también Vigo, aunque aquí su presencia fue efímera, apenas un par de meses. La guerra propició la coexistencia de dos gobiernos, el patriota de la Junta Central y el francés de José Bonaparte, cada uno de los cuales nombrará sus propios capitanes generales. El 30 de marzo de 1809, la Junta Central nombraba «por Segundo Comandante del Reyno de Galicia y Presidente de su Real Audiencia» a Gaspar María Nava Álvarez, II Conde de Noroña, y comandante general de Galicia en agosto de ese mismo año.

El suceso que narramos a continuación tuvo lugar en Vigo a finales de mayo de 1809, casi dos meses después de la liberación de la villa, mientras los franceses se hacían fuertes en A Coruña, sede de la Capitanía General. En aquellos días detentaba el cargo de capitán general de Galicia el marqués de La Romana, pero sus tareas al frente del Ejército de la Izquierda -44.000 soldados gallegos y de la cornisa cantábrica- le impedían ejercer como tal. Por ello, el 30 de marzo la Junta Central nombró al conde de Noroña don Gaspar de Navas Álvarez de las Asturias «2º Comandante General del Reino y Ejército de Galicia», previo ascenso a mariscal de campo. Ante la imposibilidad de tomar posesión en Coruña o Santiago, donde todavía guarnicionaban las tropas francesas, se decidió buscar en secreto un lugar alternativo que resultó ser Vigo.

El 26 de mayo de 1809, de mañana, arribó y fondeó cerca del puerto olívico un pequeño convoy procedente de Cádiz, de donde había zarpado el día 13, encabezado por «la fragata SMC (Su Majestad Católica) nombrada Ifixenia», que traía a bordo al Conde de Noroña y su séquito: 29 oficiales, 110 soldados, una carga de más de 2.000 fusiles y otros pertrechos militares. Acudió a recibirlo al muelle del cabo de A Laxe y acompañarlo al alojamiento proporcionado por el ayuntamiento toda la corporación presidida por el juez-alcalde Francisco Xavier Vázquez Varela, y «las personas más visibles y distinguidas de que se compone la villa con la decencia que se merecía su distinguido carácter». Tras cumplimentarlo, y ante las prisas de Noroña para tomar posesión, el alcalde pasó oficios al gobernador comandante militar «de esta Plaza y la Provincia» para que sus tropas se pusiesen sobre las armas a las cuatro de la tarde del propio día, a los sacerdotes del cabildo de la Colegiata, al R. P. Guardián del convento franciscano de Santa Marta, a mayordomos y apoderados de los gremios «de que se compone esta villa», al oidor de la Real Chancillería de Valladolid y auditor de Su Excelencia don Manuel Tadeo Delgado, a la «tropa de su Expedición, y a las más personas distinguidas del pueblo». La comitiva acompañó a Noroña en su «traslación desde el alojamiento en que estaba aposentado hasta las Casas Consistoriales a repique de campanas» y, una vez allí, se dirigieron a la Sala Capitular y «púsose Su Excelencia ocupando el lugar más digno, después del Sr. Juez», y el secretario del concejo leyó en voz alta la Real Orden de 30 de marzo de 1809 por la que la Junta Central nombraba a Noroña segundo comandante del Reino de Galicia.

A continuación, el médico y regidor Francisco Julián Pérez, «vicecanciller» nombrado al efecto, pasó a tomar juramento al «... Conde de Noroña como 2º Comandante de este referido Reyno con la Presidencia de su Real Audiencia, poniendo SE su mano Derecha sobre los Santos Evangelios y la Yzquierda sobre los Sellos del Rey Nuestro Sr. D. Fernando 7º, por virtud de que juró guardar, cumplir, y hacer que se cumplan y guarden las Leyes del Reino…». Prestado el juramento, el alcalde le cedió «el lugar más preheminente de esta Sala, el sitio con su dosel, alfombra, dos almohadas al pie con una silla.. en la que se sentó en señal de la posesión que le daba el Ayuntamiento de esta villa… con respecto a estar ocupados estos pueblos por los Franceses especialmente la Ciudad de La Coruña, en donde devía tomarla, y otras de las principales inbadidas (sic) por los enemigos».

Tras el gozoso acontecimiento, Vázquez Varela ordenó que por la noche iluminasen todas las casas de la villa de Vigo «principiando por la de este Ayuntamiento» y un enorme gentío acompañó a Noroña a su alojamiento en medio de «aclamaciones y vivas por la notoria justificación, vondad, entereza, y fidelidad de tan dignísimo Gefe con que se prometía feliz el Reyno», todo ello con repique de campanas y descargas de artillería.

Noticiadas las autoridades de Tui del «feliz arribo del Exmo. Sr. Conde de Noroña a esa villa por papel de 28 de Maio último» y escocidos por no haber sido elegida esa ciudad fronteriza con Portugal para tan solemne ceremonia, daban cuenta al día siguiente de quedar enterados, «para en adelante entablar correspondencia directa con Su Excelencia».

Al día siguiente, Noroña se dirigió a Santiago, donde tomó el mando de la División del Miño y promulgó un bando: «La única autoridad superior de este Reyno es la del Marqués de La Romana, Capitán General y Presidente de su Real Audiencia… y solo yo puedo suplirla en sus ausencias». Ordenaba el cese de todas las autoridades electas. No en vano, como su superior, era un acérrimo partidario de la monarquía absoluta. De este modo, los militares, que habían permanecido en segundo plano durante la sublevación y apenas habían cosechado victorias en combate, se arrogaban ahora el protagonismo y pretendían imponerse a las Juntas electas en las que estaba directamente representado el pueblo, sobre todo el de Vigo, verdadero protagonista de la rebelión antifrancesa.

Noroña participaría en la batalla de Pontesampaio del 7 a 9 de junio y en la liberación de A Coruña el día 29. Y aunque los héroes habían sido otros -el coronel Pablo Morillo o el capitán Bernardo González del Valle, Cachamuíña, recibiría los más altos honores. Ese mismo año ascendió a teniente general de los Reales Ejércitos, capitán general de Galicia hasta 1810 y gobernador de Cádiz en 1811. En 1816 fue condecorado con la Gran Cruz Laureada de San Fernando.

Pero Vigo se había ganado ya el respeto de las máximas autoridades del país que en los meses siguientes no escatimaron elogios a mandatarios y vecindario. Y si es cierto que, como diría Napoleón, «... esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia…», no lo es menos que aquella «maldita guerra» comenzó a perderla en Vigo.