Erasmus en Galicia: «No hubiese escogido ningún otro lugar. Salimos todos los días»

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Gabriela la segunda por la izquierda, que hace un Erasmus en la UDC, con tres amigas, también de México, en A Coruña.
Gabriela la segunda por la izquierda, que hace un Erasmus en la UDC, con tres amigas, también de México, en A Coruña. ANGEL MANSO

Estudiantes extranjeros, como Gabriela, México; Raffaelle, Italia; o Claudia, Alemania, nos cuentan su experiencia universitaria, más allá de las clases, en las principales ciudades gallegas

03 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Llegan directos de todo el mundo a esta pequeña esquina del mapa. «Estamos enamorados de Galicia», reconocen la mayoría de los jóvenes que escogen estas tierras para finalizar un tramo de sus carreras universitarias. Bien porque tienen familia aquí, porque sienten que este territorio tiene un encanto especial o por recomendaciones de antiguos estudiantes, cualquiera de los motivos les hace llegar hasta aquí. Por suerte, la cultura gallega y sus paisajes son capaces de cubrir todas las expectativas. Claudia, (México), Raffaelle, (Italia) y Gabriela (Alemania) nos cuentan cómo les está yendo su Erasmus por las facultades de A Coruña, Vigo y Santiago de Compostela: las principales ciudades universitarias de la comunidad.

Raffaelle viene de Cerdeña (Italia) y tiene 21 años. Estudia Ciencias Políticas en la Universidade de Santiago de Compostela (USC), desde hace tan solo dos meses. Llegó en septiembre a la ciudad compostelana, pero dice que ya se siente como en casa. «Aquí la gente es muy amable. Procuramos no juntarnos solo entre italianos, tenemos la norma de relacionarnos con gente que no hable nuestro idioma. Hemos conocido a otros estudiantes de Erasmus y a muchos españoles», cuenta. Raffaelle comparte piso con otra conocida de Roma. «Hacemos cenas en casa con amigos de otras nacionalidades y cada uno trae un plato típico de su tierra. Lo mejor es cuando los de aquí traen tortilla y empanada gallega», indica. De ahí que su restaurante favorito de la ciudad sea el bar La Tita, conocido por su tortilla de patata poco cuajada.

LA FIESTA: EL CENTRO SOCIAL

En cuanto terminan las clases, los estudiantes de Erasmus ya tienen programada su propia ruta de locales. Para Raffaelle comer y cenar varía, a veces lo hacen en restaurantes, pero casi siempre en casa, «para ahorrar», sin embargo, asegura que no hay ni un solo día en que no visiten la Praza Roxa de Santiago. Esta zona es conocida por su ambiente universitario, ya que son muchos los establecimientos que ofrecen consumición con pincho. «Primero nos vamos a tomar algo por aquí y luego salimos de fiesta», explica. Para él el día estrella para salir es el jueves, sin embargo, no descarta «liarse» cualquier otro día de la semana: «Vamos a Circus, Ruta o Gabbana, aunque todavía nos queda por descubrir la zona antigua de la ciudad».

«Cuando le comentaba a la gente que me iba a vivir a Santiago me decían que me iba a pasar todo el día rezando en la iglesia, y nada que ver, todos los días son una fiesta», ríe. Aunque, según el italiano, en la universidad es difícil hacer amigos: «En clase la gente es más cerrada». Lo cierto es que donde hicieron amigos fue en los encuentros que organiza Erasmus Student Network (ESN), una asociación que ayuda a los estudiantes en el desarrollo del intercambio. Gracias a estos, universitarios como Raffaelle hacen excursiones por toda Galicia y conocen a otros jóvenes que se encuentran en la misma situación que ellos. «Y a los amigos españoles los conocemos de fiesta», confiesa. Conocidos le sobran al italiano. No se arrepiente para nada de haber escogido Galicia en vez de Madrid o Barcelona, ciudades que declara que tampoco descartaba. Sobre todo, dice que valora la tranquilidad de aquí: «Mi compañera de piso está contenta con poder volver a casa sin tener miedo de que le pueda pasar algo».

Claudia es mexicana y tiene 21 años. La estudiante cruzó el charco con destino a A Coruña para cursar su carrera. A pesar de estudiar Ingeniería Industrial en México, se conformó con Diseño Industrial en el campus de Ferrol de la Universidade da Coruña (UDC) con tal de que se le convalidaran las asignaturas y poder solicitar el traslado. Sin embargo, se las arregló para poder amoldar el horario de las materias y reducir los días de clase a la semana de cinco a tres: lunes, miércoles y jueves. «Voy a Ferrol los días que me corresponde y el resto de la semana me quedo en el piso que tengo en A Coruña», apunta.

«El verdadero choque cultural lo sentí cuando me dijeron que la fiesta empezaba a las doce de la noche, al principio me echaba siestas antes de salir de casa para aguantar»

Claudia asegura que tiene amigos de la universidad, de Erasmus e, incluso, dos muy buenas amigas gallegas. El programa de ESN también le ayudó. La joven llegó a la ciudad en agosto y enseguida empezó a compartir piso con otro mexicano y su «roomie» de Polonia: «Aprendes bastante inglés, que eso es algo que no te dicen antes de venir, y es un punto más a favor del viaje».

La mexicana está «enamorada» de Galicia. «La verdad es que no era mi primera opción y ahora no lo cambiaría por nada», recalca. Confiesa que se quedó con esta alternativa por descarte, pero bendito el día que se dejó caer en este destino. Tampoco es que le desagradara la idea, las reseñas de una conocida que había estudiado el año anterior en A Coruña eran todas buenas: «No era Madrid ni Barcelona, pero veía las publicaciones y las historias que subía mi amiga al Instagram y me parecía todo muy bello». «A pesar de ser una ciudad pequeña, tienes de todo: puedes elegir entre fiesta tranquila o fiesta más “hardcore”», reconoce. Según Claudia, ESN organiza todos los martes un evento que se llama Tapas. «Cada semana los organizadores escogen un local en el que nos ofrecen tapas gratis y nosotros pagamos las consumiciones ahí. De esta forma nos conocemos entre nosotros y luego vamos de fiesta para seguir entablando amistades», añade. Y, al igual que Raffaelle, a los gallegos los encuentra en los «antros» a los que van más tarde. «El verdadero choque cultural lo sentí cuando me dijeron que la fiesta empezaba a las doce de la noche, al principio me echaba siestas antes de salir de casa para aguantar. Ahora ya estoy más que acostumbrada», comenta entre risas. La joven también destaca la tranquilidad de la noche: «Puedo volver sola a casa sin sentir miedo, aunque nunca sin bajar la guardia».

ENAMORADOS DE LA TIERRA

Para Claudia, A Coruña es una ciudad pequeña que lo tiene todo, no echa nada en falta: tiene tiendas, centros comerciales, cafeterías. «Además, le he cogido cariño al mar», añade. Lo mismo refleja Gabriela, una estudiante procedente del norte de Alemania. Es alumna de Filología Española en la Universidade de Vigo (UVigo), tiene 20 años y tenía claro que quería estudiar en Galicia. Cómo no, si lleva veraneando toda la vida por la zona de Cambados, de donde es su familia, de ahí que ya se manejara con el idioma a la perfección. Gabriela comparte piso en el centro de la ciudad con otras cuatro personas de diversas nacionalidades, todos Erasmus. Desde que llegó en septiembre conoció a cantidad de amigos por ESN, y ahora quedan por WhatsApp para hacer planes. «Casi siempre vamos a un bar que se llama Arco da Vella, ahí nos tratan muy bien y nos sentimos como en casa», comenta. Beben algo y, luego, se van de fiesta: «Tokio o Radio son las discotecas que más frecuentamos». «Salimos todos los días. Algunos compañeros tienen clase a las nueve de la mañana y aun así se quedan hasta la madrugada», indica, para añadir que suelen volver a casa entre las cinco y las seis de la mañana. El único problema que le encuentra la joven a la experiencia es que aquí todas las clases son presenciales, a diferencia de en Alemania, donde muchas se pueden ver de forma online. Cuenta que en Galicia tienen más trabajos y más entregas. Aunque no es impedimento para Claudia y sus amigos: «No podemos quedarnos en casa, tenemos que aprovechar nuestro tiempo aquí».

Llama la atención que los tres hagan hincapié en lo rico que está el café gallego, pero pensándolo bien, normal que saquen esa conclusión. Para aguantar ese trote hace falta una buena dosis de cafeína.