Javier Seoane lleva 21 intercambios: «No es entrar en otra casa, es como si fuera la tuya»

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Este pontevedrés, que ya ha estado con su familia en Ámsterdam, Francia, Asturias, Alemania, Málaga, Benicasim, La Rioja..., siempre tuvo claro que esa era la manera en la que quería viajar: «Al mes de comprar el piso ya nos apuntamos a la aplicación»

10 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Javier Seoane y su mujer Esther López llevan siete años realizando intercambios de casas con sus tres hijos. Era algo que siempre tuvieron en mente, pero no se decidieron hasta tener un inmueble en propiedad en Pontevedra. «Siempre pensé que cuando yo me iba de vacaciones, otra persona podía utilizar mi vivienda. De hecho, se la ofrecía a familiares y amigos, pero solo venían de manera muy puntual y cuando estábamos nosotros. Entonces, al mes de comprar la vivienda, ya la pusimos en dos plataformas, una de ellas ya no existe y la otra es en la que seguimos, Home Exchange», comenta Javier.

Fue así cómo se iniciaron en este mundo que califican de fascinante por todo lo que supone: «Tenemos tres niños y viajamos cuando pueden ellos. Pero ya llevamos 21 intercambios. Hemos estado en lugares a los que, de otra forma, jamás habríamos ido. No solo en el extranjero, también en España».

Este vecino de Pontevedra cuenta que de esa forma se alojaron en un pueblo de Asturias que les encantó: «Te encuentras con una casa preciosa, en un pueblecito precioso, al que nunca te habrías imaginado ir. Esta forma de viajar también te permite evitar los sitios más turísticos». Otro de los viajes que guardan con especial cariño fue cuando se alojaron en un pueblo en los Países Bajos, a 50 kilómetros de Ámsterdam: «Para mis hijos fue la mejor experiencia de sus vidas. Era también un pueblo pequeñito, en una casa espectacular y todos íbamos en bici. Los niños hicieron incluso amigos en el vecindario. Esas cosas son impensables si viajas de otra forma». También estuvieron en Francia, Alemania, Málaga, Benicasim, La Rioja... y este verano irán a Irlanda, a otro pueblecito a las afueras de Dublín. «El intercambio más curioso que nos ofrecieron fue una casa en la playa en una isla de Madagascar durante un mes. Pero tuvimos que decir que no, porque veíamos muy complicado ir allí con los niños. Te proponen muchas cosas. De Canadá, por ejemplo, nos han ofrecido muchos intercambios», dice.

Cuenta este bilbaíno, afincado en Pontevedra, que ellos eligen esta manera de viajar por todo lo que conlleva. «Todo el mundo habla del ahorro económico, y sí, es innegable, pero si solo lo planteas desde ese punto de vista, estás equivocado. El principal motivo para nosotros es disfrutar del ambiente y sentirte integrado en un lugar. Cuando tú vas a un piso acabas siendo parte de esa comunidad, porque el anfitrión te dice dónde tienes que comprar el pan, el bar en el que te puedes tomar una cervecita... y eso no lo consigues de otra forma», cuenta. «Yo siempre pongo el mismo ejemplo, si llego a una casa y tengo que recoger la ropa que ha dejado colgada el dueño, porque no le ha dado tiempo, obviamente la voy a recoger y se la voy a doblar. O si me dice que se le olvidó comprar algo y que lo necesita para cuando vuelva, pues se lo compro yo. Te conviertes en uno más. No es entrar en otra casa, es como si fuera la tuya. Y cuando te vas, intentas dejarlo todo como estaba. Y le dices: ‘Te voy a dejar una lavadora tendida'. Que igual ellos te dicen que no hace falta...», explica.

Lo mismo sucede con el cuidado de las plantas y mascotas: «Yo he cuidado en la misma casa al gato, al perro, a los peces y a unos roedores. El gato es lo más habitual. Yo también tengo gato en casa y siempre digo que tengan cuidado con la terraza para que no se escape». Recuerda que una vez sucedió, precisamente, eso: «Y nada, me llamó la familia y ya les dije que le dieran tiempo y dejaran la puerta abierta, que el gato volvería. Y así fue». Javier también permite utilizar las bicis a quien se queda en su casa: «Ahí están para quien las quiera, al igual que las cosas de playa. Y se cuidan como si fueran propias. También la tabla de paddle surf. Están en el trastero y se sienten libres de coger lo que necesiten. Lo dejan tal y como estaba, y listo».

Una experiencia regular

Nunca ha tenido una mala experiencia en todos los intercambios que ha hecho, pero sí ha habido una ocasión en la que la filosofía de los huéspedes no les convenció. «Usaron nuestra casa un poco como si fuera un hotel y eso no nos gustó. Cuando nos fuimos dejamos puesto el lavavajillas, porque no nos dio tiempo, y cuando llegamos estaba exactamente igual. Ni siquiera lo habían utilizado, ni lo habían mirado para recogerlo. Realmente no usaron nada», dice. Tampoco les gusta cuando en algunas zonas turísticas no te ofrecen su casa en los meses de verano: «Lo notamos más desde la pandemia, que ellos te proponen venir a Pontevedra en julio, pero luego te ofrecen su casa en otro período. Y dices: ¿Por qué no puedo ir a la Costa Brava yo en julio? Cada vez lo vemos más, y creemos que es porque seguramente en esa época la están alquilando. Pero no lo sé. Afortunadamente, no se da eso siempre». ¿Y si surge algún accidente o algún imprevisto?: «Pues nada, te pones en contacto con la familia e intentas arreglarlo. Nosotros nunca hemos tenido ningún problema, pero si hay algún desperfecto, con la aplicación tienes un seguro de 500 euros, y si es una cosa pequeña, lo pagas o lo arreglas tú».

Javier y Esther destinan la mitad de sus vacaciones a realizar intercambios y sueñan con poder hacer algún día el viaje de sus sueños. «Hay dos destinos a los que nos encantaría ir, Nueva Zelanda y Japón, pero ahora mismo no nos atrevemos con los niños. Pero todo llegará». De eso estamos seguros, familia.

El miedo a dejar tu casa a un desconocido

Es, sin duda, uno de los principales escollos que los propietarios tienen que salvar a la hora de unirse a esta manera de viajar. Tarde o temprano tendrán que entrar en la rueda y deberán dejar su casa a un desconocido. Pero esa es la verdadera base para que el sistema funcione, la colaboración. Es un quid pro Quo, dejar tu casa para que otros te la dejen. «La gente se siente muy agradecida del intercambio y trata de cuidar al máximo la casa donde está», comentan muchos usuarios de la plataforma. En cambio, los que no participan de esta manera de viajar es, casi siempre, por desconfianza. No es fácil dejar tu casa a un extraño.

1. Numerosos intentos 

Parece sencillo encontrar a una familia que esté dispuesta a aceptar un intercambio, pero no esperes que te digan que sí a la primera. Tendrás que enviar muchas solicitudes para lograr uno. Puede ser que la familia a la que se lo propones no le interese en ese momento el destino que le ofreces, que ya esté en negociaciones con otra familia, que tu casa no reúna las condiciones que está buscando, que no tenga disponibilidad en las fechas que tú quieres o que, simplemente, en ese momento no lo vea claro. Se trata de tener paciencia hasta que a alguien le encaje tu propuesta.

2. Confianza con quien haces el intercambio

Tendrás que presentarte y contar un poco el motivo por el que quieres ir a su casa. También es recomendable que le cuentes un poco tu vida y a qué te dedicas. Y que demuestres un gran respeto por su casa. Se trata de crear un clima de confianza y de que haya una buena comunicación entre las familias.

3. No puedes vivir solo de «guest points»

Una vez que formas parte de la comunidad, la aplicación te concederá puntos suficientes como para que puedas probar la experiencia de hacer un intercambio a través de guest points (puntos de huésped). Pero más pronto que tarde tendrás que dejar tu casa. Hay muchos usuarios que lo que hacen es ofrecer una segunda residencia, en lugar de la habitual. También hay quien pone como condición pagar una cantidad para la limpieza del inmueble una vez que se van sus huéspedes.

4. Las condiciones del propietario

No resulta difícil que si tiene plantas o animales, el dueño de la casa te solicite que te hagas cargo de ellos. A cambio, él te recomendará los sitios a los que puedes ir y dónde comprar. Realizarás una inmersión total en el barrio en el que te alojes. No olvides tener algún detalle cuando abandones la casa en señal de agradecimiento.

5. No es gratis 

También debes saber que la aplicación de Home Exchange no es gratuita. Deberás inscribirte y pagar una cuota de 160 euros al año. La mayoría de los usuarios no aceptan propuestas de miembros que no hayan completado la inscripción. Es una manera de hacer el intercambio con mayor seguridad. Una vez que ofrezcas tu inmueble, la aplicación valorará tu casa y verificará que realmente es tu hogar. También, cuentan con un seguro de 500 euros por intercambio para cubrir cualquier desperfecto que pueda surgir: «Si supera esa cantidad, el huésped es quien deberá hacer frente a los gastos», indica Pilar Manrique, portavoz de la plataforma y usuaria.