Electrodos para reglas falsas

YES

13 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Risas nerviosas, contorsiones, flexiones involuntarias del tronco y caras estupefactas. Diez diputados franceses aceptaron participar en un experimento para sentir el dolor que algunas mujeres padecen cuando tienen la regla. Los congresistas fueron cableados con unos electrodos conectados a una máquina que les infligía grados diferentes de dolor, comparables a los de las contracciones menstruales. Atados a ese dispositivo, se les grabó mientras leían la exposición de motivos de la propuesta de ley con la que se plantea regular las bajas médicas de hasta 13 días para aquellas mujeres cuyos períodos sean incompatibles con la actividad laboral. Ninguno de ellos fue capaz de seguir el texto con fluidez, atormentados por los fogonazos de dolor, aunque lo más llamativo no fue su reacción a las molestias, sino sus caras de desconcierto, como si la prueba les estuviese descubriendo una realidad imprevista, un mundo ignoto y lejano ubicado más allá de Orion.

Además de organizar un ejercicio de empatía intergéneros, las ideólogas del experimento, Marie-Charlotte Garin y Sébastien Peytavie, del partido ecologista, querían normalizar un asunto, el de la regla, sobre el que todavía pesan tantos tabúes. Pero para conseguir su propósito tuvieron que recurrir a una estrategia digna de santo Tomás, con su legendaria incredulidad existencial, y aplicar literalmente a los hombres el dolor que tantas veces sufren las mujeres. Seguro que estos diez conejillos han convivido con señoras afectadas por el trance menstrual, pero sus reacciones de perplejidad demuestran qué difícil es casi siempre ponerse en el lugar del otro. Sería interesante repetir la estrategia en otros ámbitos y coger, por ejemplo, a un ministro de Vivienda y meterlo durante una semana en una de las viviendas de la Cañada Real que lleva tres años sin luz.

El mundo está lleno de santotomases que necesitan meter el dedo en la herida para creer. O sufrir en carne propia para entender. Ronald Reagan se opuso con toda su contundencia republicana a que se investigara con células madre mientras fue presidente, pero cuando enfermó del alzhéimer que lo mató, su mujer se convirtió en una ferviente defensora de las mismas terapias que se negaron a autorizar cuando tenían la facultad de hacerlo. Los electrodos de las falsas reglas son toda una metáfora.