Marta y Jaume, once años de relación a mil kilómetros de distancia: «Lo tenemos todo, nos vemos cada siete días y cada vez que estamos juntos son vacaciones»

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La pareja en una terraza en la isla de Lanzarote.
La pareja en una terraza en la isla de Lanzarote. cedida

Tienen un hogar y dos casas, y un hijo que es mitad de Barcelona, mitad de Pontevedra. Se conocieron en una boda, se hicieron novios en París y no cambian su relación por otra. «Somos una familia como las demás, quizá no la estándar. La única diferencia es que estamos empadronados en sitios diferentes». Su estado es «el flechazo». La distancia no siempre es el olvido...

21 abr 2024 . Actualizado a las 10:06 h.

Cada 23 de abril es especial para Marta y Jaume, más que por Cervantes y la fiesta de los libros, por el cumpleaños de su pequeño Jaumet, que nació con dos casas, una en Pontevedra y otra en Barcelona. Sus padres viven, desde hace once años ya, una relación (en estado de «flechazo») a caballo entre provincias a mil kilómetros de distancia. Este amor, por lo que se ve tras la prueba del implacable señor tiempo, no cede al peso de las circunstancias.

«Nos hemos conocido así, y así funciona. Creo que quizá tenemos los dos miedo de que de otra manera no sería igual... Yo no soy capaz de decirle que deje su vida allí para venir a vivir conmigo. No quiero que esté mal, que deje nada. Y yo tengo mi trabajo aquí [en la Administración local], y aquí soy feliz. Cuando me conoció, dijo: ‘Voy a cuidar de mi padre siempre’. Y yo dije: ‘Por supuesto, ¡y yo del mío!’», relata Marta.

Viajemos a la prehistoria de esta pareja. A 1998. A ese curso en el que Marta se fue de Erasmus como estudiante de Educación Social a Dublín, donde conoció a Rosa, de Aranjuez, con la que mantuvo el contacto una vez que acabó la aventura irlandesa. Rosa la invitó a su boda en enero del 2013. En el enlace, celebrado en Barcelona, fue donde Marta se cruzó con Jaume, que era el primo mayor de la novia. Él la vio en el hotel donde se alojaban para el evento y no fue capaz de pasar de largo. «En la boda, me dijo: ‘Voy a ir a verte el próximo fin de semana a Madrid’, y yo contesté: ‘A Madrid ve si quieres, ¡pero yo vivo en Galicia!, jajaja’». A los tres días que pasó Marta aquel enero en Barcelona les sucedió ese febrero una fugaz escapada de Jaume a Pontevedra. Él quería alojarse en un hotel, pero ella le abrió las puertas de su casa. «Llamé a Rosa para contárselo y le dije bromeando: ‘¡Voy a esconder los relojes por si acaso’... Ella dijo: ‘¡Es mi primo!’». En el primer vuelo a Galicia que hizo Jaume para verla, Marta fue a buscarlo al aeropuerto de Vigo. Tomaron ella un café y el un ribeiro a golpe de mediodía. «¡Y me trajo un reloj por haberle invitado a casa!», ríe Marta.

«Yo no creo en las relaciones a distancia [fue de lo primero que le dijo ella a él]. Quiero verte todos los días». Y Jaume replicó: «Yo te diré ‘buenos días’ todos los días». Once años después de aquella declaración de principios, Jaume le sigue mandando a Marta cada mañana un «buenos días». El WhatsApp ayuda. También el hecho de que desde el principio vieran lo suyo de esta manera: «Solo estamos a una hora y media». Vuelan. Siempre que viene, Marta va a recoger a su chico al aeropuerto. Como el primer día. «Y ahora somos dos, el niño y yo», matiza.

Pero antes de que Jaumet llegara al mundo como la más espabilada de las rosas el día del Libro del 2018, la relación se fue tejiendo en la distancia. Al año de conocerse, Marta y Jaume fueron de vacaciones a París. En la ciudad de la luz el catalán le regaló un anillo y le propuso noviazgo. Y hubo un «sí» pese a las reticencias iniciales de la gallega sobre las perspectivas realistas de mantener el vínculo.

«Yo no creía en las relaciones a distancia... Hoy, me compensa todo el tiempo que paso con él, es que no noto que no esté. Estamos juntos todos los días»

Hay parejas que conviven y no se ven o se evitan, parejas que la rutina deshace entre el confort y la pereza, y parejas que en la distancia crecen y ganan seguridad, encaje, fortaleza. Cada siete días tienen por norma verse. El resto, se ven y hablan de otra manera. ¿Y la distancia no amarga ni pesa? «No. Me compensa todo el tiempo que paso con él, es que yo no noto que no esté. Estamos juntos todos los días», afirma Marta. Cada mes, él viaja a Galicia tres fines de semana, y Marta y Jaumet vuelan uno a Cataluña. Esa es la pauta.

La distancia fue quizá una luz de emergencia, pero no ha sido un obstáculo para la pareja, que en el 2016 se casó en Pontevedra. En octubre de aquel año, una tarde soleada más propia de la primavera mediterránea, sonaron campanas de boda en la Peregrina. Hubo expectación, tres días de boda entre despedida de los novios y boda a la gallega (con 140 invitados, la mitad de Galicia y la otra mitad de Cataluña), pero no pedidas de mudanza ni grandes cambios a la vista de la pareja. Marta recuerda que, aprovechando un viaje que el padre de Jaume hizo a Galicia la Semana Santa previa, los novios dieron la exclusiva en una comida familiar. Fue en el momento del postre. «Lo primero que preguntó mi padre al decirles que nos íbamos a casar en otoño fue: ‘¿Y dónde vais a vivir?’. Jaume respondió: ‘Marta en Pontevedra y yo en Barcelona, como siempre’».

¿No han cambiado las cosas con el correr de los años o por el hecho de tener un hijo? «Yo ahora estoy mejor que al principio —piensa Marta—. Muchísimo mejor. Cuando estamos los tres, es especial, ellos dos se dedican mucho a jugar. Pero eso lo hacemos cuando está papá... Cuando no está no hacemos puzles, sino otras cosas. Es diferente».

El pequeño Jaumet, que cumplirá este 23 de abril 6 años (y es uno de los nueve Jaumes que residen, según el INE, en Pontevedra), conoce y comprende la situación «desde el principio».

«Nuestro hijo sabe que tiene dos casas, que nosotros estamos en Pontevedra y que su padre vive en Barcelona porque tiene allí su trabajo y cuida al abuelo»

ENTRE DOS «TERRAS»

«Él sabe que tiene dos casas, que su padre vive en Barcelona por motivos laborales y personales», debido a su trabajo y al cuidado del abuelo, del que el niño ha heredado el nombre. Todo lo relativo a Jaumet sus padres lo deciden juntos (desde el colegio al que va al momento merienda) y «¡hay gente incluso que no sabe que Jaume no vive aquí!». Hace poco se enteró, por ejemplo, el vecino del quinto... Será por esa cadencia de verse cada siete días y por la costumbre que tiene la familia de salir a comer por la rica Pontevedra.

Cuando él no está en Galicia, ella no puede ir al gimnasio, sus tardes son para su hijo. Pero si Jaume está, hay más margen de movimiento para Marta. A ella la ayudan puntualmente con el niño sus padres y su hermana, y dice que suele organizarse sin problema. Tener un hijo no fue cosa del azar, sino una decisión meditada entre la parte catalana y la gallega de esta familia con un hogar y dos casas.

Jaumet nació en Pontevedra, pero cuando solo contaba 15 días ya se fueron los tres en tren a Barcelona «la mar de contentos». De terra a terra. Y así siguen... Lo que no saben decir es hasta cuándo. Porque la convivencia está en el horizonte de la pareja.

«Vamos cumpliendo años y los viajes nos van cansando...», expone Marta, que entiende que las cosas pueden cambiar dentro de un tiempo. Se irá viendo. De momento, nada que lamentar. «Insisto en que no creía en las relaciones a distancia y, a día de hoy no cambio la nuestra por ninguna otra. Creo que lo tengo todo. Tengo los nervios y el hormiguillo de ver a mi marido cada vez que estamos un tiempo sin vernos y tengo la independencia cuando no está. A mí siento que no me falta nada. Tengo una relación como cualquier otra. Yo cada vez que estoy con Jaume, estoy de vacaciones. Son siempre días diferentes, especiales», valora Marta.

Hay gente que se gasta el dinero en un coche o en una estupenda semana de vacaciones, alega. Ellos van y vienen de vuelta. Barcelona es su ciudad de vacaciones. Y son una familia «como las demás». «La única diferencia es que estamos empadronados en sitios diferentes. Somos la misma familia en un sitio y en el otro», refuerza Marta, que confiesa que este reportaje es una sorpresa para Jaume que comparte con su hijo.

Jaume llegará a Galicia este sábado, cumpliendo con la ley de la costumbre de los fines de semana. Y mañana correrá el medio maratón Vigo-Baiona. Es lo previsto. «Te deseamos toda la suerte del mundo», es el mensaje de Marta para él. Su intención con esta sorpresa es decirle: «Estoy feliz, feliz de que se hubiera lanzado, de que lo hubiera intentado y de que se hubiera arriesgado el día de la boda de su prima Rosa, siendo el primo mayor, al que todos siguen y tienen respeto».

Si Jaume dijo sentir un flechazo al verla la primera vez, Marta siente que viven, tras once años de relación a distancia sin que se noten distancias, en «estado de flechazo».

Los dos tienen claro que «estar juntos no depende de los kilómetros físicos». «Estamos juntos siempre, todos los días. Somos diferentes, pero nos complementamos, nos ayudamos, nos respetamos, nos cuidamos. Realmente, como él dijo siempre, estamos juntos en el día a día», subraya Marta, que por Jaume se enfrenta al menos un par de veces al mes a su enorme miedo a volar.

Boig Per Tu es su canción, esa que acompañó a la novia en la entrada a la iglesia de la Peregrina hace ocho años y que para Marta no dejará de sonar.

Quizá no son «la familia estándar, la más habitual». Son una familia que, en la distancia, lleva desde el 2013 construyendo un hogar en dos comunidades, en dos casas. Y que hace que el pequeño Jaumet sea (por el abuelo materno) del Real Madrid en Pontevedra y en Barcelona del Barça...

¿Qué funciona en una relación a distancia?

PAUTAR LOS ENCUENTROS. Cada pareja debe decidir la regularidad con la que quiere verse para no perder la conexión, apunta Marta Parella, sexóloga autora de «Eres el amor de tu vida». La frecuencia depende de la pareja. «Igual todos los días no es necesario, pero el tiempo compartido es importante», aporta la psicóloga y sexóloga mariñana Raquel Graña.

¿UN CONTRATO? Más que un contrato, «son necesarios esos pactos que toda pareja debe hacer», dice Parella. «Hay que planificar y pautar las visitas. Son los pequeños pactos los que permiten un equilibrio: si es una relación cerrada o es abierta, qué metas tenemos a largo plazo o cómo vamos a resolver los conflictos», amplía.

¿DÓNDE PONER EL FOCO? En el contacto, en mantenerlo, dice Graña. «Cada una de las partes lo lleva de manera diferente. No podemos invalidar lo que siente el otro o hacer una sobregeneralización», dice la psicóloga, autora del canal Íntimas Conexiones. Comprender al otro es clave. Comer juntos online (o sincronizar el momento comida-cena) puede ser una idea.

UN ERROR COMÚN... es una comunicación insuficiente, advierten  las terapeutas. La conexión emocional es la clave. No expresar lo que necesito y me preocupa de la relación causan el deterioro de la pareja. «Hay que ser claro con las expectativas», dice Parella.

PROYECTO DE FUTURO CONJUNTO. Se puede flexibilizar la relación sobre la marcha, pero es importante, subraya Raquel Graña, «tener un proyecto conjunto de futuro».